Dublín es una ciudad que me sorprendió desde el primer momento. Al principio pensaba que dos días no serían suficientes para empaparme de la historia y la cultura de la capital de Irlanda, pero déjame decirte que si te organizas bien, puedes aprovechar mucho. Así que, basándome en mi experiencia personal, te dejo este itinerario para que disfrutes al máximo de Dublín en 48 horas. Acompáñame a recorrer sus calles, a saborear su comida y a descubrir la esencia de esta vibrante ciudad en un viaje relativamente barato.
El primer día lo dediqué a recorrer el centro histórico de Dublín, una zona donde cada esquina tiene algo que contar. Empecé muy temprano para aprovechar al máximo la jornada, y te recomiendo que hagas lo mismo porque hay mucho por ver.
No podía empezar mi visita de mejor manera que con un paseo por el Trinity College, la universidad más antigua de Irlanda. Caminando entre sus edificios históricos, uno siente el peso de los siglos de sabiduría que han pasado por allí. Pero lo que más me impactó fue la Biblioteca del Trinity College, famosa por su colección de libros antiguos y por albergar el Libro de Kells, un manuscrito del siglo IX con unas ilustraciones asombrosas.
Esta fue, sin duda, una de las paradas que más disfruté. Te recomiendo ir temprano porque suele llenarse de turistas.
A las 11:00 h tenía un tour gratuito a pie que salía desde el Trinity College, una manera fantástica de conocer más sobre la historia de la ciudad con un guía local. Caminamos por el centro histórico, pasando por la Casa de Oscar Wilde y el Parque de St. Stephen’s Green, mientras el guía nos contaba anécdotas sobre la vida de Dublín en épocas pasadas y actuales. Me encanta hacer estos tours porque siempre aprendo detalles curiosos que no están en las guías.
Tras el tour, fui directamente al Castillo de Dublín. Este imponente complejo ha sido testigo de muchos de los eventos más importantes en la historia de Irlanda. Al caminar por sus salas, te transportas a épocas pasadas, cuando este lugar fue el centro del poder británico en la isla.
Este castillo combina la historia medieval con toques más modernos, lo que lo hace único. Me gustó mucho la mezcla de estilos que puedes ver en su arquitectura.
Si hay un lugar que simboliza la fe y el orgullo irlandés, es la Catedral de San Patricio. Entrar en este edificio me impresionó muchísimo. La catedral, dedicada al santo patrón de Irlanda, está llena de historia, con una arquitectura gótica que es simplemente majestuosa.
Si te gusta la historia y la arquitectura, te aseguro que este lugar te va a encantar. Además, te da una perspectiva fascinante de la religión en Irlanda.
El día lo terminé en el pub The Hairy Lemon, uno de esos lugares con un ambiente tan auténtico que parece sacado de una película. Y, de hecho, fue uno de los escenarios de "The Commitments", una famosa película irlandesa. Aquí probé el Irish Stew (estofado irlandés), y fue el final perfecto para un día lleno de historia.
Este pub tiene un ambiente relajado, ideal para disfrutar de la auténtica comida irlandesa en un entorno muy acogedor.
El segundo día lo dediqué a explorar el lado más moderno y vibrante de Dublín, sin dejar de lado sus rincones históricos. Te aseguro que la mezcla entre tradición y modernidad es uno de los mayores encantos de esta ciudad.
Empecé el día con una visita a la Guinness Storehouse, la mítica fábrica de la cerveza Guinness. Este es uno de esos lugares que no te puedes perder si visitas Dublín. Además de aprender sobre la elaboración de la cerveza, al final puedes disfrutar de una pinta en el Gravity Bar, con unas vistas espectaculares de la ciudad.
Lo que más me sorprendió fue lo interactiva que es la visita. ¡Incluso puedes aprender a servir tu propia Guinness! Es una experiencia muy divertida y didáctica.
La siguiente parada fue la Prisión de Kilmainham, un lugar cargado de historia, especialmente durante los movimientos de independencia de Irlanda. Aquí fueron encarcelados algunos de los líderes del levantamiento de 1916, y la visita guiada te transporta a esos momentos difíciles de la historia irlandesa.
El ambiente es bastante solemne, pero es uno de esos lugares que te hacen reflexionar y comprender mejor la lucha por la independencia de Irlanda.
No podía irme de Dublín sin visitar la Catedral Christ Church, una de las más antiguas de la ciudad. Junto a ella, se encuentra Dublinia, un museo interactivo que te sumerge en el pasado vikingo y medieval de la ciudad. Este es un plan perfecto si viajas con niños, ya que el museo es muy entretenido.
Disfruté mucho este recorrido porque me encantan los museos interactivos que te permiten aprender de manera divertida.
Una de las sorpresas más curiosas de mi viaje fue la barbería Abner Browns, un lugar que se ha convertido en un sitio de referencia en Dublín por su combinación de barbería, bar y música en vivo. Con una decoración vintage, sofás de cuero antiguos y carteles de música, este es uno de esos lugares donde tienes que ir, aunque sea solo para hacerte una foto.
Es un lugar realmente alternativo que me dejó fascinada por su ambiente y originalidad.
Finalmente, no podía irme de Dublín sin disfrutar de la vida nocturna en el famoso barrio de Temple Bar. Aunque es una zona muy turística, el ambiente festivo y la música en vivo hacen que la visita merezca la pena. Entré a The Temple Bar y luego me pasé por Oliver St John Gogarty, dos pubs emblemáticos donde puedes escuchar música tradicional irlandesa mientras disfrutas de una pinta.
La música en vivo y la energía de estos pubs son el broche de oro para terminar tu estancia en Dublín.
Dublín, aunque pequeña, es una ciudad que en solo dos días te deja una huella imborrable. Desde la rica historia de sus catedrales y castillos hasta la modernidad vibrante de Temple Bar, hay algo para todos. Mi viaje estuvo lleno de sorpresas, buena comida, y momentos inolvidables, como la visita a la Guinness Storehouse o el tour por el centro histórico. No importa si es tu primera vez o si ya has visitado antes, esta ciudad siempre tiene algo que ofrecer. ¡No puedo esperar para volver!